De caminos

Me paro, descanso, y es que aún no he echado a caminar. Y aquí, veo el camino, quiero ver el destino a labrar:

¿Es lo que imaginé? No lo sé, los sueños cambian de forma, y aunque obtengamos todo lo que una vez deseamos, no será eso, creeremos que era otra cosa, o que entonces, deseábamos menos de lo que podíamos aspirar. Nos engañamos, y mas que aspirar suspiramos, que lejano veo todo ya, y que cerca lo demás.

 

Levanto la mirada del suelo, pues sólo veo piedras, que yo mismo arrojé tiempo atrás. Y que ahora se me han acumulado, en un muro, de frente, y parapetado ante mí:

¿Y hay algo de mí en él (pues fui yo su artífice)? Todo, todos mi errores, y esa tediez de cada día, ese lamento inexplicable, esa congoja mentirosa, todo lo que arrojé, como ya dije antes, delante de mí, al paso.

 

También puede ser que, llegado el momento, nos paremos, con los ojos marchitos y las manos ásperas, y veamos absortos que el camino que seguíamos era otro, que llegado a un punto, como las hendíduras de la imagen que corona mis palabras, el camino, era otro. Vemos, juramos y perjuramos, y aún no podemos entender, no alcanzamos a comprender, que ha pasado:

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